Los momentos y vivencias jamás se superan, solo se coleccionan, como una seguidilla de imágenes que nuestro cerebro altera y conserva lo mas nítidamente posible. Son aquellos que por mas superfluos que sean, contribuyen a esa seguidilla de momentos que luego calificaremos como "nuestra vida".
Opino que todo aquello que vivimos, burdamente se lo califica como algo bueno o malo. Estamos tan ocupados encasillando nuestras emociones, nuestras decisiones, tachando de "algo" esto o aquello, aquel o este, que olvidamos la pureza misma de nuestras acciones, nuestras raíces, nuestra naturaleza.
Bueno. Malo. Necesario. Innecesario. Pertinente. Impertinente.
Olvidamos ver mas allá de nuestras palabras, calificando cada pensamiento, cada iniciativa que se nos presenta sin ser capaces de dejarnos llevar sin necesidad de analizarlo todo.
Olvidamos solo dejarlo ser.
Lejos de juzgar nuestra lengua y nuestro ingenio mismo de nombrar todo aquello que vemos para identificarnos, para tener una guía, solo me aventuro al pensar que las grandes y sabias palabras cargan un peso tal, que vencen su mas puro significado.
Olvidamos mas de una vez el por qué de nuestras acciones, las cuáles no siempre serán las que deseamos, pero si las que quizás necesitamos. Porque no existe sacrificio sin recompensa. Esa que aunque se haga esperar, siempre está al final de un largo camino que jamás dejamos de recorrer.
Olvidamos que ante todo vale la pena intentar...
Olvidamos que los calificativos que podamos atribuir, siempre serán relativos a nuestros ojos y los de los demás. Que un objeto no es lindo o feo, que puede ser ambos. Que ese mismo objeto nada vale si no se le atribuye un valor sentimental. Que una persona no es buena o mala, que solo es, y que los prejuicios nosotros mismos los hemos inventado al no saber ver mas allá de las palabras mismas, que por mas necesarias que sean, suelen impedir que veamos la esencia de cada persona a la que nos referimos.
Estos prejuicios, estos calificativos "negativos"; influyen de manera mal sana en nuestras decisiones. Porque los errores no dejarán de existir, le atribuyamos el nombre que le atribuyamos, así las circunstancias de éste sean diferentes, un error siempre será un error ¿verdad?
Pero así como un error es un error, un acierto es un acierto, y no existe uno sin que el otro exista también. Y que un error "sea" un error, no debería impedir que se convierta en un acierto. ¿Pero como saberlo si no lo cometemos? ¿Cómo saberlo, si no hay acción, iniciativa que valga? ¿Cómo saberlo sino somos capaces de arriesgarnos a cometer un "error"? Olvidamos que de el dicho al echo hay un largo trecho, pero no deberíamos temer dar un paso de uno al otro.
Todo aquello que nace, todo aquello que florece, todo lleva tarde o temprano, "un nombre".
Una palabra que lo encasillará de por vida. Una silla que jamás será una mesa, el odio que no se atreverá a ser amor...
No me malinterpreten, lejos de juzgar la invención de las palabras (esas mismas que utilizo para escribir este texto) solo creo que olvidamos el significado detrás de cada adjetivo, de cada verbo. Olvidamos la verdadera importancia de que todo lleve un nombre.
Quizás crean que estoy loca, que lo que intento expresar es absurdo y raya en la trivialidad... Pero no deja de ser aquello en lo que en este instante, estoy pensando.
Y saben qué? No temo expresarlo.

